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Ayer dio comienzo el Bilbao BBK Live con un conjunto de artistas en el cartel que agotado todos los abonos y ha convertido al monte bilbaíno en uno de los mejores lugares para disfrutar de la música durante estos tres días. Con un sol de justicia -algo poco habitual este año en el País Vasco- las mejores bandas del panorama internacional y nacional fueron pasando por los siete escenarios del festival.
La tarde comenzó con Morgan y su rock soul. Los madrileños son una banda que recoge elogios allá por donde tocan y Bilbao no fue la excepción. Con Carolina de Juan a la voz y piano, los cinco integrantes no pudieron interpretar mejor temas como ‘Volver’ que realmente emocionaros a los primeros asistentes al recinto. Mientras Melenas daban rienda suelta a su garage pop en el modesto escenario Firestone, María Arnal i Marcel Bagés dieron un show cercano, intenso y diferente a la propuesta habitual en estos festivales. Ambos sentados y Bagés con la guitarra como bandera y Arnal con su voz repasaron los temas de 45 Cerebros y 1 Corazón.
Rosa Walton y Jenny Hollingworth, también conocidas como Let’s Eat Grandma, congregaron a un número nada despreciable de asistentes para su show. Las inglesas acaban de lanzar su disco I’m All Ears en el que demuestras su madurez musical. Puede que fuese por su juventud o por la gente que fue a verlas, pero lo que es cierto es que ambas desbordaron emoción por los cuatro costados y eso se tradujo en un gran concierto. La propuesta de Temples se hizo en la jornada de ayer ardua, bien porque tras ver su directo en otra ocasión la sorpresa queda descubierta, bien porque ayer se mostraron intrascendentes en su conexión con el público. Y a pesar de que su álbum debut, Sun Structures, funcionó en 2014 en la ola de la nueva psicodelia y Volcano no dejó mal sabor de boca, el concierto de los británicos supo a poco o a nada.
Rotundo cambio de tercio con Cigarettes After Sex y su maestría de la sobriedad. Los de Greg González aparecieron ataviados de negro de arriba a bajo -instrumentos incluidos- para dar cuenta de hasta dónde son capaces de seguir con su cuidada imagen en blanco y negro. La solemnidad mezclada con elegancia desconcertaban a unos que optaron por aburrirse y embelesaba a otros introduciéndolos en ese debut homónimo del año pasado. Supieron encajar su carácter sentimental y pausado en el festival.
Si no fuera por quien le sucedió horas más tarde en el mismo escenario, Childish Gambino hubiera sido el absoluto protagonista de la noche. Se presentó Donald Glover ante un público expectante sobre los derroteros por los que podría asomarse el californiano. Afirmó que montaría una fiesta y dicho y hecho. Conquistó al público con un milimétricamente estrucuturado setlist en el que daba cabida a su abanico de géneros: desde funk, soul hasta hip hop y retazos guitarreros. Soberbio en la ejecución de temas, en la ausencia de respirar para rapear letras interminables, en los bailes con su propia seña de identidad y en esos ojos tétricos que avecinaban, sí, un cierre épico con ‘This Is America’.
Podría suceder con Alt-J lo mismo que relatábamos con anterioridad sobre Temples pero, para bien de los británicos, no es así. Los autores del irrepetible An Awesome Wave se disponen con luces tras de sí y repertorio en mano para no dejar ni un espacio a la indiferencia. Siguen apostando por arriesgarse y siguen, así, ganando. Coincidiendo en horario con Parquet Courts, que presentaban su último trabajo Wide Awake!, dieron todo lo que se esperaba: pogos, guitarras y saltos por doquier. Sin momentos para parar, pildorazo tras pildorazo, las canciones se sucedían unas detrás de otras. En ‘I’m Wide Awake’ el escenario piramidal irradiaba tal energía que debió transformarse y dirigirse al principal, donde esperaba la denominada por público y crítica, reina del festival, Florence Welch.
Llegó la hora Florence and the Machine. Flanqueando a la cantante la banda se situó con Isabella Summers en la izquierda formando un semicírculo que terminaba en el extremo derecho con la pianista. En la gira anterior de How Big How Blue How Beautiful se deshicieron del arpa, esta vez volvió a su lugar original, sin tanta relevancia pero la justa para acaparar la atención en canciones de su primer álbum. Florence Welch se ha desinhibido tanto en High As Hope que es palpable en el directo, se nota una artista más real, genuina, natural y caótica. A pesar de aquel pie torcido en Coachella hace unos años, la inglesa salta, corre y gira sobre sí misma descalza constantemente durante su espectáculo. Las ataduras emocionales que traía consigo en How Blue… han desaparecido para liberar a un ave fénix sobreviviente de su mundo emocional. Aquella coreografía donde se pegaba a sí misma, agachaba y dejaba ir, ha evolucionado en ‘Big God’ a moverse hacia un lado y hacia el otro siguiendo los golpes de la batería para después resurgir con los brazos en alto, marcando músculos y mostrando su poderío. En el concierto hubo tiempo para todo, para interpretar canciones de álbumes anteriores que incorporan con sabiduría en la linea sonora actual, para hacernos disfrutar de unos visuales con mensajes manuscritos de High As Hope u otros que bien recordaban a los conjuntos de flores de Björk, también para agradecer a Patti Smith sus palabras sobre ‘Patricia’, canción dedicada a ella. La cercanía, liberación y compenetración con el público alzaron el nivel de Florence and the Machine.
Fotografía de Oscar L. Tejeda