Los expertos de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) lo tienen claro: un colegio no es el lugar apropiado para los niños de 1 o 2 años. Y cada vez, como afirman, vemos más niños de esas edades en los centros educativos de Infantil y Primaria. El motivo principal es que las Comunidades Autónomas -a distintas velocidades pero la mayoría de ellas- están apostando por la creación de aulas de 2 años (e incluso de 1 año como en Extremadura) para paliar la baja natalidad y favorecer la gratuidad por parte de los padres. Como explica Juan Sánchez Muliterno, presindente de AMEI-WAECE «hay otras formas para paliar el descenso de la natalidad y buscar la gratuidad. Los niños no deberían ser por perjudicados como está sucediendo«.
El espacio: una herramienta básica del proceso de aprendizaje y es el soporte de la función del educador.
«Nadie pone en duda que una universidad no tiene nada que ver con un centro de bachillerato, tanto desde el punto de vista arquitectónico, como de organización. Lo mismo ocurre con un centro de bachillerato que debe tener características distintas de uno de primaria. Siguiendo este razonamiento, nada tiene que ver, desde el punto de vista arquitectónico y organizativo, un centro de educación infantil de 1º ciclo con uno de primaria«, explican desde esta Asociación.
Existen motivos más que suficientes para entender que los niños de 0 a 3 años deben acudir a centros diseñados para ellos. Dadas las particularidades de esta edad, el ambiente físico juega un papel primordial, mucho más que en otros niveles educativos, y una deficiente concepción de este puede causar serios problemas en el proceso educativo, así como en el equilibrio emocional de los niños y las niñas.
El espacio tanto interior como exterior ha de posibilitar la satisfacción de las necesidades básicas de los niños y niñas (limpieza, sueño, seguridad, confort, entre otras); de sus necesidades afectivas (favorecer la proyección afectiva del educador, de tranquilidad, disponibilidad y la interacción entre los niños); de autonomía (la distribución en áreas de actividad asequibles a los niños), la accesibilidad a los materiales de trabajo, de socialización (donde se posibilite el trabajo en común, el conocimiento del otro, las conversaciones en grupo); de movimiento (pues para moverse se necesita espacio, y espacio libre); de juego (haber espacio para los más diversos juegos, tales como juegos de manipulación, de imitación, juego simbólico, entre otros, hasta llegar a los juegos de roles y reglas); de expresión (para conversaciones, cuentos y canciones), de recreación libre y de creación con materiales plásticos, donde se pueda experimentar con la materia, etc.); e igualmente de experimentación y descubrimiento (prever entornos ricos en estímulos), que estimulen la exploración y el descubrimiento, y en donde existan objetos y materiales diversos, plantas y animales, materiales naturales como el agua, arena, tierra, madera), condiciones todas que favorecen el sano desarrollo de la personalidad de los niños.
A su vez la disposición de los elementos debe de estar dirigida a crear unos espacios que motiven y procuren la iniciación en la actividad, que favorezcan el encuentro entre los niños y el educador, es decir, un espacio que sea relajante y tranquilo, un espacio educativo.
La concepción del espacio es “relativamente fácil de conseguir dentro de un aula” pero la vida del niño no solo se ha de concebir en el aula sino en el conjunto del centro. |
Todos los expertos recomiendan que la mayoría de las actividades de los niños y las niñas han de transcurrir en las áreas exteriores y las aulas solo sean utilizadas para aquellas actividades que requieran condiciones específicas, y para la satisfacción de los procesos de necesidades básicas, como la alimentación o el sueño. De igual modo el diseño del centro ha de posibilitar la existencia de amplias áreas exteriores, con fácil acceso por parte de los niños, y sin riesgos potenciales de accidentes.
El cromatismo, tanto en el aula como en el exterior y en el patio juega un papel muy importante. La utilización del color en las paredes y elementos del patio han de poseer características especiales que se deben tener en cuenta, a fin de hacerlos más funcionales y estimulantes para los niños. No solamente han de contemplarse las áreas exteriores que facilitan la actividad de los niños, sino que el proyecto educativo ha de contemplar igualmente la posibilidad de que dentro de la instalación existan lugares, como pasillos amplios, terrazas, etc., que realicen la misma función. Por lo tanto, se requieren soluciones de diseño u organizativas para que las tengan.
Todas estas consideraciones llevan a que los centros destinados a la educación de los niños más pequeños, en ente caso del primer ciclo de la educación infantil (de 0 a 3 años) deben de estar pensados para ellos y no para otras edades.
En la línea anteriormente indicada, ya hace tiempo UNESCO realiza un informe sobre el “preescolar” en el mundo*. Lo realiza el prestigioso doctor Mialaret. Las afirmaciones del Dr. Mialaret son contundentes:
Si se impone al niño un paso demasiado brusco de uno a otro (pequeño grupo familiar a uno más extenso en cuanto al número de unidades), se le puede traumatizar a algunos de ellos y llevarlos, por falta de seguridad, a replegarse en sí mismos y a no establecer los contactos sociales que son indispensables para la formación y desarrollo de su personalidad. |
Y ello resulta obvio porque la educación ha de hacerse dentro de un contexto de afectividad, de modo que el niño o niña se encuentren en cada momento inmersos en un mundo amoroso y cariñoso para que motive y estimule sus capacidades potenciales, creando un clima emocional y educativo positivo, donde el proceso docente tenga una imagen relajada, en el que la educación se convierta en un momento esperado, más que un lugar generador de ansiedad y rechazo a la permanencia en el mismo. No es posible que el niño se eduque y se eduque bien, si se siente mal, si presenta un estado anímico desfavorable.
Las afirmaciones del informe de la UNESCO son muy claras, y nos devuelve una vez más a la exigencia fundamental: conservar en los edificios su carácter de intimidad, con objeto de que los niños pequeños puedan conocer y reconocer fácilmente las caras adultas y las caras infantiles que van a formar parte de su nuevo universo. Y esto no se consigue con los colegios, sino con las Escuelas Infantiles.