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- La forma en que los padres reaccionan ante las calificaciones de sus hijos puede afectar a su motivación, autoestima, sensación de control sobre su aprendizaje y evolución y actitud ante el estudio
- “La regla básica es reaccionar con empatía: entender y respetar las necesidades de nuestros hijos”
- Las expectativas siempre estén sujetas a la particularidad de cada individuo, teniendo en cuenta sus dificultades, sus puntos fuertes, sus necesidades.
Cada año en estas fechas, en las que ha finalizado el curso escolar, los alumnos reciben sus calificaciones. Es un momento en el que pueden surgir conflictos familiares cuando las notas no son buenas o el progreso académico del niño no presenta la evolución esperada.
Como explica Pedro Adrados, psicólogo clínico del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, “no es un asunto trivial, ya que la forma en que los padres reaccionan ante las calificaciones de sus hijos puede afectar a su motivación, autoestima, sensación de control sobre su aprendizaje y evolución y actitud ante el estudio”.
El especialista recomienda, como regla básica, reaccionar con empatía: “no siempre es fácil, pero cuando nos mostramos empáticos con nuestros hijos en realidad les estamos diciendo que les entendemos y que respetamos sus necesidades”. De este modo se contribuye a reforzar su autoestima y motivación y la confianza en su entorno. En este sentido, como aclara Adrados, empatizar no significa consentir o ceder a los caprichos, sino tomar en consideración sus sentimientos y dificultades a la hora de ayudarles. “El foco se pone en tratar de entender lo que nuestro hijo necesita, en lugar de ponerlo sobre lo que pensamos que necesita”.
Es frecuente que antes de recibir las notas existan indicios previos que pongan a los progenitores sobre aviso. Los niños pueden expresar señales, incluso de forma no verbal, sobre cómo se sienten o con qué están teniendo problemas. Es fundamental prestar atención a su comportamiento, preguntarles directamente cómo se sienten, qué les pasa y qué necesitan. “Darles la oportunidad de que se expresen les convierte en participantes activos en su propio desarrollo y aprendizaje”, afirma Adrados.
Además, lo más importante, en palabras del especialista, es que las expectativas siempre estén sujetas a la particularidad de cada individuo, teniendo en cuenta sus dificultades, sus puntos fuertes, sus necesidades. En base a ello se podrán establecer objetivos y un plan adecuado para alcanzarlos, siempre trabajando de forma conjunta con el niño y el tutor.
Reacciones ante unas malas y unas buenas notas
En caso de que las notas no sean buenas, en lugar de reaccionar de forma instantánea y abrupta, Adrados recomienda mantener la calma y aplazar la respuesta para que esta sea serena y equilibrada. Ejemplo de ello sería: “necesito tiempo para pensar lo que quiero decirte. Hablaremos de esto mañana”.
Cuando los resultados son positivos, el especialista aconseja evitar comentarios del tipo “¡Sabía que si te esforzabas más mejorarías!”. “Ese ‘esforzarse más’ puede que no sea la variable principal de su evolución, sobre todo si son chicos con dificultades de aprendizaje o atención”, aclara. En su lugar serían más adecuados comentarios del tipo: “¡Muy bien! Parece que usar nuevas estrategias te ha permitido obtener buenos resultados”.
Cabe recordar que, en muchas ocasiones, las calificaciones no son la media del progreso, sino que pueden serlo el esfuerzo o la actitud.
Otro punto a tener en cuenta es que, conforme los niños crecen, las expectativas de aprendizaje cambian y puede ser más difícil lograrlas en algunas materias. En este caso Pedro Adrados aconseja hablar con nuestros hijos sobre las diferencias entre asignaturas y los cambios que podrían ayudarle y pedir cita con el tutor o, si el chico tiene edad suficiente, sugerirle que hable con su profesor sobre estrategias que podrían contribuir a su mejora.
“En general los padres debemos aprender a manejar la frustración, la contrariedad o la decepción que nos puedan suscitar este tipo de situaciones y no pasarlas a la acción a través de castigos poco ponderados y actuaciones exageradas”, afirma Adrados, que aboga por lograr un cambio en la actitud hacia el estudio progresivamente.