Interpretar a un personaje histórico conocido por la mayoría de la sociedad resulta difícil para cualquier actor, pero hacerlo de uno del que poco se conoce y fue decisivo para el curso de la historia ha de ser una tarea más ardua aún. Benedict Cumberbatch lo consigue, nos magnetiza con su papel de de Alan Turing en su recorrido Descifrando Enigma.
La película británica, en manos del director noruego Morten Tyldum, es la adaptación del libro del líder del movimiento gay Andrew Hodges llamado Alan Turing: The Enigma. El biopic desarrolla algunos de los años de la vida del matemático y criptógrafo inglés Alan Turing donde el ambiente y la sociedad en la que vivió no fueron los ideales. A pesar de pasar a la historia por conseguir descifrar los códigos de la máquina Enigma con los que el ejército alemán estaba ahogando militarmente a Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, Turing fue tratado como un enfermo al conocerse su condición sexual. El gobierno inglés le acusó de homosexual, no bien visto en aquella Inglaterra retrógrada respecto a los derechos de igualdad. Turing fue castrado químicamente con tratamientos que le torturaron, tras los que decidió suicidarse. Fue hace dos años, cuando Isabel II decidió indultar a Turing, considerado uno de los padres de la informática moderna.
El film gira en torno a la figura de Alan Turing con tal magnitud que los actores que forman el reparto son sólo un segundo papel. Y la exposición de esta idea la lleva a cabo una Keira Knightley plana en su interpretación, que no consigue emocionar ni conectar con el espectador. En la angustiada lucha de su personaje, Joan Clarke, por ser reconocida como ayudante de Turing, pues la época y las mentes atrasadas del momento no dejaban que las mujeres tuviesen puestos relevantes en la sociedad, acapara ninguna atención. Así, en un papel que podría haber explotado durante la película, pasa desapercibido por el insulso trabajo de la actriz. Los demás actores se muestran correctos pero no excepcionales en sus interpretaciones, destacan Charles Dance, olvidándose de los tronos y aceptando que en la Segunda Guerra Mundial también había juegos, y Mark Strong como compañero de Turing.
En la indudable apuesta de centrar toda la atención en el personaje principal sin desviarla hacia otros o el ambiente histórico añade más relevancia aún al protagonista en este biopic. Esta supremacía la eleva la actuación de Benedict Cumberbatch. El actor británico muestra un personaje complejo y fascinante, consciente de que él es la película. La intensidad con la que Cumberbatch es capaz de trasmitir los papeles introvertidos es digna de admiración. El parecido entre su actuación en la serie de la BBC, Sherlock Holmes, y la de Alan Turing es que inmiscuye al público en su propio limbo de pensamientos donde se hace enorme.
Aunque los entendidos consideran a los Globos de Oro la antesala de los Oscar y, por tanto, un guía de lo que podrá ocurrir en la entrega de premios de cine más conocida, The Imitation Game, horrendamente traducida al español como Descifrando Enigma, no consiguió ninguno de los cinco galardones a los que estaba nominado. Se prevé así, ser una de las películas olvidadas en los Oscar. Nominada a 8 estatuillas, incluyendo Mejor Película, Mejo Director y, cómo no, Mejor Actor. La difícil competencia a la que se enfrenta en los Oscar, los más sonados son Michael Keaton por Birdman o Eddie Redmayne por La teoría del todo, no harán menos merecedor a Cumberbatch del halago por su papel como Alan Turing.
Tatiana Moro